El pink shark

pinkshark 2Fue un día agotador, lleno de pequeños problemas molestos y un calor agobiante, insoportable. Me prometí cien veces hacer algo para que el acuerdo de Kioto fuera al fin subscripto por los mandamases del planeta. La baraúnda de ruidos amenazaba la integridad de mi audición y me mantenían aturdido, dije basta y hui.

Estaba flotando, eché la cabeza hacia atrás y al sumergir mis oídos, atónito, sentí cómo cambiaban mis percepciones. Maravillado, me quedé quieto, sin mover un músculo, temiendo que sólo fuera un flash de mi mente. La persistencia del efecto, con recelo, me condujo a la confianza y lo recorrí con mis pensamientos.

No tenía tacto ni piel, mi temperatura era la de ese entorno líquido que me contenía ingrávido como en una  bolsa materna. Sin embargo nada me retenía y mis miembros… no existían; mi mente, rompiendo cadenas de nervios y carne, ni los recordaba. Comprendí su cansancio y su secreto anhelo de libertad.

Los sonidos sobre esa membrana entre el aire y el agua son patéticos y quejumbrosos, apenas perceptibles. Por debajo, reina mi aliento atronador, que me llega a través de las vibraciones de mi mandíbula. Lo detengo y, al fin, una añorada nada. Pero como el vacío no se acepta, mi cerebro oye ecos extraños y cantos de ballenas, imposibles en una simple piscina, lo cual también olvido y creo instantáneamente una salida al mar que siempre estuvo allí.

El gusto, por la falta de función en estos momentos, es otro de los sentidos exiliados. Por fin quedo a solas con mis ojos y mi olfato. Enmarcado por verdes murallas vegetales supongo que ese paño liso y celeste debe ser el cielo. En la canícula de la tarde luce impoluto y casi sólido. Ya me alarmo cuando una escuadra de pájaros, en formación de flecha, recrea la vida. Otra bandada sigue rumbo distinto y francamente me río cuando un despistado que algo ha olvidado, se afana veloz en sentido contrario.

Los aromas diferentes me llaman hacia los lados. Sorprendido encuentro los tallos más gruesos, las ramas más largas, las hojas infinitas, los pimpollos apenas contenidos y las flores apabullantes. Aun las más pequeñas parecen engordar sus pétalos en búsqueda de la gloria. Las más bellas, imperiales, desde sus podios, nos agradecen nuestros honores con un gesto de la brisa o un ramalazo aromático.

Es, lo comprendo, un lugar efímero. Una conjunción única de mi imaginación con lo físico. Nunca se repetirá, o no de esta manera. Como sé que no hay artilugio humano que pueda capturarla la he descripto. Sólo una mente a través de estas líneas podrá recrearla y disfrutarla.

Pensando haber cumplido con la posteridad, regreso a lo mundano. Alarmado, me preocupa ahora el ver de reojo la aleta dorsal de un tiburón que, girando alrededor, parece asecharme. No hay dudas viene por mí. Por la sorpresa me parece un torpedo rosado. Cuando me ataca con su carita inundada y una temible sonrisa, siento un ¡Abuelo! Y un par de brazos me hunden feliz en su futuro.

 

Carlos Caro

Paraná, 27 de diciembre de 2013

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4 comentarios

  1. Precioso, Carlos. Un compendio de sentidos y sensibilidades. Yo sustituiría varios «cual» que le dan al estilo un deje un tanto artificioso para mi gusto. Y la nada siempre la siento femenina, pero eso es una cuestión personal. Un abrazo.

  2. Me encanta la sensación de sumergirme y envolverme en agua, es como tú lo cuentas, todo cambia. Aquí es invierno pero me has hecho recordar los baños del verano. Gracias. Besos: Sol.

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